28 noviembre 2007

El Retrato De Dorian Gray / Oscar Wilde

El Libro "The Portait Of Dorian Gray" escrito a finales del siglo XIX por Oscar Wilde es una verdadera obra de arte. Es un libro que apasiona y que posee una descripción exquisita.
También hace una muy bien hecha critica a la sociedad y toca temas como la vanidad y hasta que puede llevar ella.

Aqui van unos fragmentos, mis preferidos.
Recomiendo enfaticamente la lectura del libro. Y si saben inglés la lectura del original por Oscar Wilde.
El libro es barato, lo vi $145 nuevo en una libreria del Shopping Tres Cruces. Tambien se puede leer por internet, haciendo clic AQUI.

Argumento:
La novela, perfectamente estructurada, relata, mezclando realidad y fantasía, la obsesión de un joven atractivo y exitoso por mantenerse siempre joven, después de que un amigo, el pintor Basil Hallward, le haya retratado soberbiamente en un lienzo. Naturalmente, su deseo se convierte en tragedia tras darse cuenta que, en efecto, sus peticiones han sido escuchadas, lanzándose así en una espiral de odio y vicio.
Oscar Wilde supo retratar a la perfección, con gran ojo crítico, tanto la sociedad de su época (finales del siglo XIX, en plena época victoriana), como el tema de la vanidad, de la locura y la enajenación. Su perfección como retratista y sus descripciones cautivaron a su público.
Sin embargo, el carácter en ocasiones algo presumido, indolente y afectado de Dorian Gray lo volvieron en su contra durante los juicios que se celebraron en Londres en contra del autor a propósito de su homosexualidad, entonces un delito por el que se podía ir a la cárcel. Oscar Wilde se defendió admirablemente en el estrado, después de que fueran leídos en voz alta varios pasajes del libro en los que se podría entrever cierta conducta aduladora y delicada entre Dorian y el pintor Basil. Oscar Wilde afirmó que no se podía juzgar en modo alguno a «un hombre por lo que escribe».
Hoy día el mito de Dorian Gray está extendido en la cultura occidental como un sinónimo de vanidad y de deseo de imperturbabilidad, y en honor a esta carismática figura en honor a la belleza y la maldad, se han hecho obras de teatro y películas memorables.

Capitulo II:
(Fragmento).
"How sad it is" murmured Dorian Gray, with his eyes still fixed upon his own portrait. "How sad it is! I shall grown old, and horrible, and dreadful. But his picure will remain always young. It will never be older than this particular day of June... If it were only the other way! If it were I who was to be always young, and the picture that was to grown old! For that-for that-I would give everything! Yes, there is nothing in the whole world I would not give!
I would give my soul for that!"
Traduccion:
-¡Qué triste es! murmuró Dorian Gray, con sus ojos todavía fijos en el retrato. "¡Qué triste es! Me haré viejo, horrible, espantoso. Pero este cuadro siempre será joven. Nunca será mas viejo que como es en este día particular de junio... ¡Si fuese al revés! ¡Si fuese yo el que me conservase siempre joven y el retrato el que envejeciera! Por eso-por eso- daría todo! Si, ¡No hay nada en este mundo que yo no daría! ¡Por eso daría el alma!

Capitulo XIII:
(Fragmento).

-De manera que, según tú, sólo Dios ve el alma, ¿no es eso? Corre la cortina y verás la mía.
La voz que hablaba era fría y cruel.
-Estás loco, Dorian, o estas actuando -murmuró Hallward, frunciendo el ceño.
-¿No te atreves? En ese caso lo haré yo -dijo el joven, arrancando la cortina de la barra que la sostenía y arrojándola al suelo.
De los labios del pintor escapó una exclamación de horror al ver, en la penumbra, el espantoso rostro que le sonreía desde el lienzo. Había algo en su expresión que le produjo de inmediato repugnancia y aborrecimiento. ¡Dios del cielo! ¡Era el rostro de Dorian Gray lo que estaba viendo! La misteriosa abominación aún no había destruido por completo su extraordinaria belleza. Quedaban restos de oro en los cabellos que clareaban y una sombra de color en la boca sensual. Los ojos hinchados conservaban algo de la pureza de su azul, las nobles curvas no habían desaparecido por completo de la cincelada nariz ni del cuello bien modelado. Sí, se trataba de Dorian. Pero, ¿quién lo había hecho? Le pareció reconocer sus propias pinceladas y, en cuanto al marco, también el diseño era suyo. La idea era monstruosa, pero, de todos modos, sintió miedo. Apoderándose de la vela encendida, se acercó al cuadro. Abajo, a la izquierda, halló su nombre, trazado con largas letras de brillante bermellón.
Se trataba de una parodia repugnante, de una infame e innoble caricatura. Aquel lienzo no era obra suya. Y, sin embargo, era su retrato. No cabía la menor duda, y sintió como si, en un momento, la sangre que le corría por las venas hubiera pasado del fuego al hielo inerte. ¡Su cuadro! ¿Qué significaba aquello? ¿Por qué había cambiado? Volviéndose, miró a Dorian Gray con ojos de enfermo. La boca se le contrajo y la lengua, completamente seca, fue incapaz de articular el menor sonido. Se pasó la mano por la frente, recogiendo un sudor pegajoso.
Su joven amigo, apoyado contra la repisa de la chimenea, lo contemplaba con la extraña expresión que se descubre en quienes contemplan absortos una representación teatral cuando actúa algún gran intérprete. No era ni de verdadero dolor ni de verdadera alegría. Se trataba simplemente de la pasión del espectador, quizá con un pasajero resplandor de triunfo en los ojos. Dorian Gray se había quitado la flor que llevaba en el ojal, y la estaba oliendo o fingía olerla.
-¿Qué significa esto? -exclamó Hallward, finalmente. Su propia voz le resultó discordante y extraña.
-Hace años, cuando no era más que un adolescente -dijo Dorian Gray, aplastando la flor con la mano-, me conociste, me halagaste la vanidad y me enseñaste a sentirme orgulloso de mi belleza. Un día me presentaste a uno de tus amigos, que me explicó la maravilla de la juventud, mientras tú terminabas el retrato que me reveló el milagro de la belleza. En un momento de locura del que, incluso ahora, ignoro aún si lamento o no, formulé un deseo, aunque quizá tú lo llamaras una plegaria...
-¡Lo recuerdo! ¡Sí, lo recuerdo perfectamente! ¡No! Eso es imposible. Esta habitación está llena de humedad. El moho ha atacado el lienzo. Los colores que utilicé contenían algún desafortunado veneno mineral. Te aseguro que es imposible.
-¿Qué es imposible? -murmuró Dorian, acercándose al balcón y apoyando la frente contra el frío cristal empañado por la niebla.
-Me dijiste que lo habías destruido.
-Estaba equivocado. El retrato me ha destruido a mí.
-No creo que sea mi cuadro.
-¿No descubres en él a tu ideal? -preguntó Dorian con amargura.
-Mi ideal, como tú lo llamas...
-Como tú lo llamaste.
-No había maldad en él, no tenía nada de qué avergonzarse. Fuiste para mí el ideal que nunca volveré a encontrar. Y ése es el rostro de un sátiro.
-Es el rostro de mi alma.
-¡Cielo santo! ¡Qué criatura elegí para adorar! Tiene los ojos de un demonio.
-Todos llevamos dentro el cielo y el infierno, Basil -exclamó Dorian con un desmedido gesto de desesperación. Hallward se volvió de nuevo hacia el retrato y lo contempló fijamente.
-¡Dios mío! Si es cierto -exclamó-, y esto es lo que has hecho con tu vida, ¡eres todavía peor de lo que imaginan quienes te atacan! -acercó de nuevo la vela al lienzo para examinarlo. La superficie parecía seguir exactamente como él la dejara. La corrupción y el horror surgían, al parecer, de las entrañas del cuadro. La vida interior del retratado se manifestaba misteriosamente, y la lepra del pecado devoraba lentamente el cuadro. La descomposición de un cadáver en un sepulcro lleno de humedades no sería un espectáculo tan espantoso.
Le tembló la mano; la vela cayó de la palmatoria al suelo y empezó a chisporrotear. Hallward la apagó con el pie. Luego se dejó caer en la desvencijada silla cercana a la mesa y escondió el rostro entre las manos.
-¡Cielo santo, Dorian, qué lección! ¡Qué terrible lección! -no recibió respuesta, pero oía sollozara su amigo junto a la ventana-. Reza, Dorian, reza -murmuró-. ¿Qué era lo que nos enseñaban a decir cuando éramos niños? «No nos dejes caer en la tentación. Perdona nuestros pecados. Borra nuestras iniquidades.» Vamos a repetirlo juntos. La plegaria de tu orgullo encontró respuesta. La plegaria de tu arrepentimiento también será escuchada. Te admiré en exceso. Ambos hemos sido castigados.
Dorian Gray se volvió lentamente, mirándolo con ojos enturbiados por las lágrimas.
-Es demasiado tarde -balbució.
-Nunca es demasiado tarde. Arrodillémonos y tratemos juntos de recordar una oración. ¿No hay un versículo que dice: «Aunque vuestros pecados fuesen como la grana, quedarían blancos como la nieve»?
-Esas palabras ya nada significan para mí.
-¡Calla! No digas eso. Ya has hecho suficientes maldades en tu vida. ¡Dios bendito! ¿No ves cómo esa odiosa criatura se ríe de nosotros?
Dorian Gray lanzó una ojeada al cuadro y, de repente, un odio incontrolable hacia Basil Hallward se apoderó de él, como si se lo hubiera sugerido la imagen del lienzo, como si se lo hubieran susurrado al oído aquellos labios burlones. Las pasiones salvajes de un animal acorralado se encendieron en su interior, y odió al hombre que estaba sentado a la mesa más de lo que había odiado a nada ni a nadie en toda su vida. Lanzó a su alrededor miradas extraviadas. Algo brillaba en lo alto de la cómoda pintada que tenía enfrente. Sus ojos se detuvieron sobre aquel objeto. Sabía de qué se trataba. Era un cuchillo que había traído unos días antes para cortar un trozo de cuerda y luego había olvidado llevarse. Se movió lentamente en su dirección, pasando junto a Hallward. Cuando estuvo tras él, lo empuñó y se dio la vuelta. Hallward se movió en la silla, como disponiéndose a levantarse. Arrojándose sobre él, le hundió el cuchillo en la gran vena que se halla detrás del oído, golpeándole la cabeza contra la mesa, y apuñalándolo después repetidas veces.

I've thinking about you (all) :)