08 agosto 2005

A 400 años

El Ingenioso Hidalgo de Don Quijote de la Mancha

Miguel de Cervantes


En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor...
Capítulo VIII: Del buen suceso que el valeroso don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación (parte)
En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo; y, así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:-La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear,porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocosmás, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles atodos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta esbuena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobrela faz de la tierra.-¿Qué gigantes? -dijo Sancho Panza.-Aquellos que allí ves -respondió su amo- de los brazos largos, que lossuelen tener algunos de casi dos leguas.-Mire vuestra merced -respondió Sancho- que aquellos que allí se parecen noson gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos sonlas aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.-Bien parece -respondió don Quijote- que no estás cursado en esto de lasaventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo, quítate de ahí, y ponteen oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigualbatalla.Y, diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a lasvoces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que, sin duda alguna,eran molinos de viento, y no gigantes, aquellos que iba a acometer. Pero éliba tan puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escuderoSancho ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes,iba diciendo en voces altas:-Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el queos acomete.Levantóse en esto un poco de viento y las grandes aspas comenzaron amoverse, lo cual visto por don Quijote, dijo:-Pues, aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéisde pagar.Y, en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea,pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, conla lanza en el ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante y embistiócon el primero molino que estaba delante; y, dándole una lanzada en elaspa, la volvió el viento con tanta furia que hizo la lanza pedazos,llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrechopor el campo. Acudió Sancho Panza a socorrerle, a todo el correr de suasno, y cuando llegó halló que no se podía menear: tal fue el golpe que diocon él Rocinante.-¡Válame Dios! -dijo Sancho-. ¿No le dije yo a vuestra merced que mirasebien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no lo podíaignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza?-Calla, amigo Sancho -respondió don Quijote-, que las cosas de la guerra,más que otras, están sujetas a continua mudanza; cuanto más, que yo pienso,y es así verdad, que aquel sabio Frestón que me robó el aposento y loslibros ha vuelto estos gigantes en molinos por quitarme la gloria de suvencimiento: tal es la enemistad que me tiene; mas, al cabo al cabo, han depoder poco sus malas artes contra la bondad de mi espada.

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